sábado, 8 de febrero de 2014
Ayer
Recuerdo verte del otro lado de mi ventana. Estabas triste y los surcos de tu cara estaban empapados de lágrimas.
No sé por que viene a mi memoria tu gesto ingrato, fuimos infelices desde que nuestros ojos se cruzaron. Vos gris, yo en colores. Vos turbio, yo clara. Vos árbol, yo río salvaje.
Siempre fundimos un ser en el otro hasta perdernos en una escrupulosa desidia.
Terrible despertar de un sueño para comprobar estar viviendo una pesadilla. Aunque no lo lamento.
Yo estoy aquí y tu allá, lejos de mi y de todo.
Mis manos supieron acunar los sueños ingrávidos, la falsas tempestades de amor, y por entre mis dedos, cual arena seca, caían suavemente mis verdades saladas y revueltas.
No eres nada y no soy nadie. Solo arena. Eso hay en nosotros. Arena de mar, algas, aguas imfinita, podredumbre y nada de paz.
Fue sufrimiento implícito, escondido bajo nuestras pestañas para no ver. Y sin el más mínimo sentido hicimos planes y ellos cayeron por su propio peso y con ellos nosotros.
Yo pude levantarme y volar libre. En cambio vos, vos, vos te ahogaste en un torbellino de miseria en el que alguna vez quisimos construir una vida, un camino, un destino.
Ojalá te crezcan alas, ojalá puedas salir. Cuando cruzas ese tipo de puertas impías que te labran el alma todo puede ser posible.
Si puedes reunir tus pedazos y unirlos de alguna manera estarás dando el primer paso.
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